POR EL TRABAJO DIGNO - EL SALARIO EMOCIONAL

Una persona quien ocupaba
el cargo de obrero con una asignación salarial de un mínimo legal mensual
vigente, sufrió un accidente de trabajo, un caso fortuito, y en razón a esto
quedo sin la posibilidad de ejercer su oficio; su pérdida de capacidad laboral
no superó el 15%. Entonces, fue reasignado a labores administrativas o de oficina,
pese a su cargo.
En el área donde fue reasignado,
él duró ejerciendo labores por más de tres años, poco a poco se ganó la
confianza de los ingenieros, de los compañeros administrativos, de los
operarios, quienes se apoyaban en él.
Así, le permitieron a
él ejercer las actividades de diferentes cargos y con el tiempo aprendió Excel,
agenda, documentación, facturación, entre otras funciones. Se volvió el
supernumerario y el back up de algunos cargos; obviamente, sin asumir las
responsabilidades de los cargos o la totalidad de las funciones.
Con el tiempo, empezó a
sentirse menospreciado, pues al solicitar un certificado laboral su cargo
marcaba como obrero, y no le acreditaban lo aprendido, ni siquiera el esfuerzo
dedicado a la actividad. Veía con frustración como las personas pasaban por la
compañía, algunos ascendían, otros se iban por mejores ofertas, a otros
simplemente se les finalizaba el contrario, pero él seguía ahí.
Se repetía así mismo,
debo sentirme afortunado por tener un trabajo.
Quería estudiar pero
sus gastos e ingresos no se lo permitían; llegó un punto cuando ya no había
nada más por aprender en el área. Su motivación decayó, sumado las personas
nuevas en el área no tomaban en cuenta su experiencia, se fijaban en su cargo,
y al ganar un par de pesos de más, se creían con el derecho de estar más arriba
de él.
Perdió su paciencia, se
recriminaba su mala suerte, ya no sentía las ganas por hacerse notar o querer aprender,
todo lo veía innecesario. Llegó así su primera recaída en un día de pagó,
sintió envidia y ofuscación, la tristeza se adueñó de él y el hecho de tener un
trabajo ya no era motivo de sentirse afortunado, e intento acabar con su vida
pero no lo logró.
Una vez finalizó su incapacidad,
cuando le dieron la alta médica después de estar recluido varios días, primero
en urgencia, luego en un hospital psiquiátrico, se acercó y sin mayor
explicación presentó su carta de renuncia.
La
empresa pudo haber obrado bien: su perfil no se adaptaba a los cargos
administrativos, ésta respetó todos los periodos de incapacidad, los pagos, las
prestaciones sociales, sus periodos vacacionales, cuido su integridad apartándolo
de actividades de riesgo, y más importante, resguardo su vínculo laboral. ¿Qué pasó?
La
respuesta es el salario emocional, éste no es sólo el pago y respeto de los
derechos laborales; sino la expresión de un trabajo digno; un trabajo fundado
en el crecimiento personal y profesional del trabajador. Una búsqueda de
constante bienestar, donde le permitan certificar y reconocer a él y de él a
otros su: conocimiento, esfuerzo, dedicación… Que no se le quite lo que no se
le puede dar.
Sin
más, gracias por leerme,
Cordialmente,
César
A. Méndez V.
Abogado
– Especialista
Candidato
a maestría
UGC
UGC